Cuando el calor alcanza su punto máximo, Yucatán se viste de gala. Entre mayo y agosto, las copas de los flamboyanes estallan en un espectáculo de rojos intensos y naranjas vibrantes, transformando avenidas y plazas en pasillos de fuego vegetal. Este árbol, viajero desde las selvas de Madagascar, ha encontrado en la Península un segundo hogar.
El Delonix regia –su nombre científico– no solo regala sombra en calles como el Paseo de Montejo. Es un superviviente: mientras en su Madagascar natal está amenazado por la deforestación, aquí prospera gracias al clima tropical. Su adaptación es tal que algunos ejemplares en Mérida superan los 60 años, aunque su vida depende del cuidado urbano.
¿Sabías que existe una variedad amarilla (flavida)? Aunque rara en Yucatán, comparte escenario con el “flamboyán dorado” (Peltophorum pterocarpum), de similares flores pero distinto género. Y no olvidemos al tabachín, primo local con flores rosas y amarillas que enriquece jardines.

Estos árboles son más que ornamentos: regulan el microclima, filtran contaminantes y, en el caso del flamboyán, nos recuerdan que la belleza puede ser efímera –sus flores caen en semanas– pero su legado perdura.
Te puede interesar: María Dolores by Edgar Núñez: El único restaurante en México con 5 estrellas de Forbes Travel Guide
¿Cómo diferenciar un flamboyán de un tabachín?
Aunque ambos embellecen Yucatán, tienen diferencias clave:
- Altura: El flamboyán alcanza 15-20 m; el tabachín, 5-8 m.
- Flores: El primero tiene pétalos rojos en forma de garra; el segundo, racimos amarillos o rosas.
- Hojas: El flamboyán luce follaje plumoso; el tabachín, hojas más pequeñas y ovaladas.
Protegerlos es preservar el alma colorida de Yucatán
Los flamboyanes y tabachines enfrentan retos: plagas, construcciones urbanas y cambio climático. Iniciativas como reforestaciones guiadas y podas responsables son vitales para que sigan pintando de alegría nuestras calles.